domingo, 11 de septiembre de 2016

En el frente kurdo contra Daesh



Un miliciano kurdo camina junto a un grafiti en un puesto avanzado.


Recorremos los 1.050 kilómetros de frente que el Kurdistán iraquí mantiene con el Estado Islámico. Mal armados y peor pagados unos 140.000 peshmerga y dos centenares de voluntarios occidentales contienen a un ejército terrorista cuya determinación ha empezado a resquebrajarse. Un campo de batalla regado con el sufrimiento de las minorías religiosas cristiana y yazidí.  
Miguel Gutiérrez-Garitano

En el campamento de la Novena Brigada Peshmerga -la flor y nata del ejército de la Región Autónoma de Kurdistán (RAK)- en Doquq hay un rincón que destaca por dos presencias: los voluntarios occidentales y sus perros. Por las noches y terminada la faena, se arrebujan todos juntos bajo las estrellas sobre un sofá y un par de viejos pupitres de escuela resguardados de los elementos por una suerte de pérgola de fortuna techada a base de plásticos. Cinco perros, dos franceses, un norteamericano y un húngaro, todos soldados profesionales -voluntarios sin paga en el ejército kurdo-, tratan a diario de evadirse de la guerra frente al candor de una hoguera. Me adoptan sin dudar aunque se disculpan por presentarse con nombres falsos: "Daesh es más peligroso en Francia que aquí, y tenemos familia", aclara uno de los franceses que responde al alias de "Sebastien".


Sebastien y Thierry forman un tandem que en Francia conocen como "brigada 732" en honor a la batalla de Poitiers.


La Novena Brigada es una de las nuevas unidades kurdas; fruto de los esfuerzos del Ministerio de Peshmerga de convertir un ejército básicamente partisano conformado por las milicias independientes de los dos principales partidos -Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y Unión Patriótica del Kurdistán (PUK)- en un cuerpo moderno bajo las órdenes exclusivas del Gobierno en el poder. En esta nueva política de defensa, los asesores occidentales detentan una importancia palmaria: "Entrenamos a la tropa en manejo y limpieza del armamento, asalto, guerra urbana, inteligencia... -aclara Sebastien- y vamos consiguiendo resultados, pero lentamente, porque los kurdos llevan décadas luchando y haciendo las cosas a su modo y es difícil cortar ciertos vicios".
A diferencia del magiar y el yanqui -que conducen un par de humvees acribillados a balazos-, Sebastien y Thierry, no combaten "aunque nos gustaría" y se dedican a asesorar. Vinieron a Iraq hace escasos meses a: "Parar la barbarie del Daesh contra civiles". Sebastien es además doctor en Arqueología y no pudo "soportar asistir a la destrucción de las estatuas del Museo Arqueológico de Mosul". Su hermano de armas del ejército de la República, Thierry, ni se planteó dejarlo sólo. Ambos dejan familia atrás y no hacen esto "ni por religión, ni por política ni por fobias de tipo racial. Abominamos de la palabra <<Cruzado>> y estamos aquí porque, tras décadas de experiencia en África y Oriente Medio en labores de Seguridad e Inteligencia,  sabemos lo que hacemos y creemos que podemos ayudar".

Un voluntario húngaro se refleja contra el cristal de su humvee, tiroteado por Daesh.

En la Novena Brigada Peshmerga combaten un grupo de voluntarios occidentales.

El servicio sanitario de la Novena es otra de las cosas que ha mejorado sustancialmente gracias a la voluntaria hispano-brasileña Eloisa Yaiza Pantojo; su vida dio un giro cuando perdió a  toda su familia en un accidente de tráfico cuando no era más que una niña; ha servido en los ejércitos israelí e Hindú y goza de una gran experiencia como francotiradora. Con estudios de Auxiliar de Enfermería es la única con conocimientos sanitarios en toda la brigada. "Antes de venir yo estaba todo el material amontonado y las medicinas ni siquiera se conservaban a bajas temperaturas, por lo que se estropeaban"; gracias a ella está todo debidamente guardado y conservado gracias a dos máquinas frigoríficas para refrescos.
-¿Es duro ser la única mujer de toda la brigada?
Asegura que no; pero luego, mientras me invita a unas deliciosas patatas con chorizo, comenta las "estrategias" que sigue a diario para hacerse respetar por sus compañeros:  "a todos les digo <<brama>> que en kurdo significa << mi hermano>>, así me ven como a una hermana mayor; siempre llevo este crucifijo bien a la vista para que vean que no me cubro el pelo porque soy cristiana y además uso un burka que compré en India para ducharme".  

Eloisa Yaiza Pantojo es francotiradora y la única sanitaria de la Novena.


Con los voluntarios extranjeros patrullo la línea de frente a unos 10 kilómetros al sur de Doquq. Se trata de una mastodóntica obra de ingeniería y zapa: varias líneas de trincheras, zanjas y un enorme talud que cada medio kilómetro se refuerza con puestos avanzados y pequeños cuarteles situados sobre verdaderas colinas de tierra. Una auténtica Línea Maginot kurda que los hombres de Daesh hostigan a veces pero que ya no pueden traspasar. Tamaña fortaleza responde a motivos estratégicos, pues nos encontramos en la puerta sur de los campos de petróleo de Kirkuk, principal fuente de ingresos de la RAK. "En toda esta región -me explica Thierry- hubo combates muy fuertes en otoño de 2015; cambió de manos varias veces, pero al final los peshmerga se impusieron con ayuda de la aviación occidental. Ahora Daesh mantiene una actividad mínima. Nos tiran con mortero día sí día no, pero lo que más miedo nos da son las IEDs, los explosivos improvisados". Según me explica, amparado en la noche, el enemigo coloca trampas explosivas al paso de las tropas. "Pasamos más miedo en los traslados, al salir del cuartel, que cuando vigilamos las fortificaciones", me explican. "Esta zona tiene mucha población suní u algunos están contra nosotros. Nunca salimos del cuartel solos y sin las armas". "Tikrit está ardiendo". Hacia el suroeste, a unos 60 kilómetros de donde estamos, el ejército de Iraq pelea al rededor de la que fuera ciudad de nacimiento del dictador Saddam Hussein. Grandes humaredas se elevan en el horizonte porque, según me explican, "Daesh antes de retirarse incendia los pozos de petróleo y pone bombas en todas las casas". 

Una fuerte línea fortificada protege los campos petrolíferos de Kirkuk de las banderas negras.

El goteo de refugiados es constante; en la imagen, el oficial kurdo se cerciora de que no se trate de una trampa.


Encaramado sobre una fortificación, entre dos puestos de francotiradores, un oficial peshmerga me explica la situación: "Aquel pueblo de allí, a unos dos kilómetros, pertenece a Daesh y se llama Dalish". Mientras hablamos alguien grita desde el campo enemigo. Un grupo de civiles se ha acercado a la línea fortificada y pide a gritos que les dejen refugiarse en territorio kurdo; trato de bajar por el talud a tomar fotografías pero me lo impiden; "hemos sufrido varias bajas porque el Daesh usa civiles como bombas humanas", me dice el oficial. Finalmente se verifica que los civiles son inofensivos y se les deja pasar; el oficial se los lleva a que reciban atención médica y "algo de comer porque suelen llegar desnutridos". Según me informan, la llegada de gentes que escapan del Daesh y otros grupos armados es "un goteo diario".

El Brigadier General Araz Abdulkadir está tras el éxito de la Novena Brigada.

 El éxito de la Novena Brigada Peshmerga tiene nombre y apellidos. Se debe en gran medida al trabajo de su máximo responsable, el Brigadier General Araz Abdulkadir. Culto y experimentado  -habla perfecto inglés, estudió en una Universidad sueca e hizo carrera en el ejército Iraquí- me recibe en su despacho, que preside una sala de sofás donde acoge a las visitas. "¿Quiénes son los que combaten con Daesh?". "Los comandantes son casi todos iraquíes; aunque hay muchos extranjeros, de todas partes: sirios, saudíes, filipinos, del norte de África, europeos, chechenos, afganos...Se trata de un auténtico "ejército diferente a cualquier otro".
-Las administraciones europea y americana aseguran que no hay botas en el terreno, ¿es eso cierto?
Por supuesto hay cooperación, por ejemplo a niveles de inteligencia; nosotros nos encargamos de buscar objetivos para la aviación, entre otras cosas. "Sin embargo -ataco- en la prensa local no dejan de aparecer operaciones de fuerzas de élite como el Delta y el SAS británico". "La cooperación es a muchos niveles, con fuerzas occidentales de élite, con el ejército de Iraq, con las milicias chiitas... Cooperar es parte fundamental de nuestra estrategia. Pero a día de hoy los kurdos somos el escudo de muchos países y una mayor ayuda de otras potencias sería bienvenida.

Miembros de las comunidades de religión kaki escuchan al general.


El general, recibe cada día a los líderes de las comunidades kurdas, árabes y  turcomanas, con afán de escuchar sus problemas y tratar de ganarse así "los corazones y las mentes". "Gracias a esto hemos reducido drásticamente los atentados en el área de Kirkuk". Asesoramiento extranjero, coordinación con otros ejércitos, relación con las comunidades locales a lo que Araz suma la agilidad y la acción rápida.  Cuando el general apenas ha despedido a una delegación de jefes tribales kurdos aparece el general de la Decimo Sexta Brigada. Se trata de la brigada móvil. "Nos marchamos, ha surgido un problema con las milicias chiitas", se despide.

El puesto avanzado de Dibis es la punta de lanza en el sector de Hawija.


Que el gobierno de Masud Barzani apueste por oficiales cosmopolitas para erigir su ejército moderno no quiere decir que haya prescindido de los viejos veteranos de las guerras kurdas contra Saddam Hussein. En el sector de Dibis, al noroeste de Kirkuk, los 600 hombres del general Neriman protegen una línea de puestos avanzados ante un enemigo que utiliza la noche para golpear. Aquí Daesh es fuerte porque cerca, al oeste, esta Hawijah, su cuartel general en la gobernación de Al-Ta´Mim.  Entre explosiones de morteros y un esporádico tableteo producido por  fuego de Kalashnikov, el general -un viejo guerrillero que combate "desde los 17 años"- me expone la situación: "desde que construimos esa trinchera ya no nos lanzan coches bomba: Durante el día nos bombardean con morteros. De noche usan a civiles cubiertos de bombas para atacarnos. 

 
El general Neriman, un guerrillero de la vieja escuela, y sus hombres.
 Entre los peshmerga hay dos españoles que corroboran las palabras de Neriman: "La pasada semana nos han atacado dos veces de esta manera -asegura un soldado que responde al nombre de Simón de Montfort-. Primero fue un viejo con un burro, después un chaval en bici. Se trataba en realidad de suicidas y los peshmerga los abatieron antes de que llegaran a nuestras líneas".
 Estos voluntarios que "no cobran por combatir más que el rancho de cada día" se conocen en los medios españoles como "El boina verde" y "El gallego". El lenguaje de Simón es arcaizante y lleno de frases alusivas a la religión y tiene el cuarto lleno de libros piadosos y rosarios bajo una gran bandera española en la que se lee: "Reinaré en España. !Viva Cristo Rey¡" "Soy católico practicante, tradicionalista, terciario capuchino y además fui boina verde"-aclara-. 

"El boina verde" y "El gallego", dos voluntarios españoles contra Daesh, en Dibis.
 -¿Te consideras un cruzado?
"Siempre me gustó esta mezcla de espiritualidad y capacidad combativa de los templarios". Aunque reconoce que de joven perteneció a un sindicato de Falange asegura no estar en Iraq por motivos políticos ni mucho menos por tendencias islamófobas o racistas. "Esta milicia es socialista y todos nuestros compañeros son musulmanes sunitas. Además me he tirado muchos años de mi vida en organizaciones de ayuda a inmigrantes. Le mueve "proteger a los cristianos que están siendo exterminados". Por su parte, el gallego -cuya experiencia militar le viene de la BRILAT, Infantería Ligera del Ejercito Español- explica: "Llevo 41 años trabajando como un cabrón y no tengo familia. Quería hacer algo. Y si me matan al menos habré intentado defender a esos inocentes de ser asesinados y esclavizados". Pronto -aseguran- vendrá otro español, comunista, al que van a acoger "como a un hermano de armas. Aquí no nos importa ni raza ni credo ni tendencia política -zanja Simón-. Tenemos claro que el enemigo son las banderas negras".

En el cuartel general del NPF, con el comandante Safaa Khamro y Mathew Van Dyke, conocido internacionalista y líder del SOLI.
 El pueblo fantasma de Telskuf, a 15 kilómetros de Mosul, es en sí mismo un testimonio del genocidio perpetrado por el Estado Islámico contra los asirios cristianos. Tras tomar Mosul -el 10 de junio de 2014- los yihadistas se derramaron como una plaga de langostas por las llanuras de Nineveh, aniquilando a su paso a esta minoría. 125.000 hombres mujeres y niños pudieron escapar de la matanza y se refugiaron en la RAK donde pululan hacinados en campos y olvidados por la comunidad internacional. El único pueblo de las llanuras de Nineveh que reconquistaron los kurdos -en el seno de la ofensiva para  hacerse con la presa de Mosul el 18 de agosto-  fue Telskuf. Solo habían sobrevivido tres ancianas. Hoy la población es símbolo y bastión de la lucha contra los terroristas, que la atacan a diario con cohetes tipo katyusha y fuego de mortero. La guarda una compañía peshmerga junto a una milicia asiria, de voluntarios sin paga, que opera bajo autoridad kurda, conocida como Nineveh Plane Forces (NPF). Los lidera el comandante Safaa Khamro que está empeñado en "combatir por recuperar el territorio perdido y liberar a nuestros familiares". Recibe el apoyo de Sons of Liberty International (SOLI), una organización sin ánimo de lucro, que se financia gracias a aportaciones particulares y cuyo objetivo es "dar formación y entrenamiento de seguridad a comunidades vulnerables". "Creemos que todas las personas -nos dice su creador, alma y líder Matthew Van Dyke- tienen derecho a defenderse y preservar su libertad independientemente de su situación financiera. Creemos en un mundo donde los inocentes son protegidos -proclama.  

Van Dyke junto a sus hombres, cuya labor, sin ánimo de lucro, consiste en adiestrar a las miliciuas cristianas.

Van Dyke y Khamro junto a formadores y alumnos.


Conocido luchador por la liberación de los pueblos libio y sirio, el americano es el más famoso e inclasificable de los extranjeros que sirven en Kurdistán. Viajero, cineasta y corresponsal de guerra, Van Dyke lo abandonó todo en 2011 para unirse a los rebeldes libios tratando que de aquella primavera se gestara un verano político. Sobrevivió a la destrucción de todo su pelotón y a seis meses de reclusión en las mazmorras del dictador. Los asesinatos televisados de los periodistas James Foley y Steven Sotloff, dos de sus mejores amigos, marcaron para él un antes y un después. "Abandoné definitivamente los reportajes y me di de lleno a combatir el terror", asegura.




Responden a los seudónimos de Dave, Tom y Jerry. Son los militares estadounidenses encargados de formar a los reclutas cristianos de Telskuf.


Ahora el americano de Baltimore -que ha entrenado a varios cientos de combatientes cristianos- trabaja en una calle desierta de Telskuf, asistido por tres veteranos -un marine y dos soldados de infantería- del ejército de EEUU que responden a los alias de David, Jerry, y Tom. Entrenan a los hombres de la NPF en "asalto, guerra urbana, armamento y todas las habilidades necesarias -sostiene Van Dyke- para que nos les maten a las primeras de cambio cuando traten de recuperar su tierra". Asisto al trabajo de los instructores del SOLI con dos "escuadras" (unos 18 hombres) de jóvenes que progresan por una calle desierta del Telskuf medio derruida por los cohetes enemigos. De tanto en tanto se escuchan disparos y explosiones. "Trabajamos a dos kilómetros de primera línea, lo cual acostumbra a los hombres a las condiciones de combate; la semana pasada llamaron al SOLI para repeler un ataque en Baqofah". Tanto los instructores como el comandante Khamro están muy contentos con el progreso de los reclutas. "Esta gente tiene comida y medicinas pero no pudieron defenderse y la comunidad Internacional los abandonó" -dice David-. Luego esgrime el Kalashnikov para espetar: "Este es el humanitarismo que necesitan".

Milicianos peshmerga patrullan por la sitiada Sinjar.

 Que la capacidad ofensiva del Daesh en el frente kurdo se ha visto seriamente mermada es una evidencia. Pero es cuando desciende la violencia cuando las heridas salen a relucir y no hay mayor horror en esta guerra que el que me encuentro en Sinjar. Toda la ciudad -que antes tenía unos 25.000 habitantes- yace atomizada en un puro amasijo de polvo y hierros lleno de trampas explosivas. Sólo algunas de las casas de los vecinos no sunitas que están minadas por Daesh están marcadas con banderines rojos y grafitis. La sensación en lo que fue su centro histórico bascula entre la desolación y el espanto. "Está todo minado y algunas trampas explosivas son muy sofisticadas -me avisan tres jóvenes peshmerga-. Además pueden quedar yihadistas en sótanos y aljibes". Lo más peligroso son los túneles, que recorren el subsuelo de la población y que "fueron construidos por los esclavos de Daesh para esconder riquezas y resistir los bombardeos de la coalición". En patios y habitaciones se pudren los cadáveres de los yihadistas cuyo origen diverso se advierte en los grafitis de las paredes - en varios alfabetos- y que versan invariablemente sobre la obsesión última de este ejército de locos: la religión.







Sinjar es el corazón del mundo yazidí, una minoría religiosa que enraíza muchas de sus creencias en el zoroastrismo. Los sunitas radicales consideran a esta gente "adoradores del demonio" y trata literalmente de exterminarlos a todos menos a las mujeres jóvenes. "Se han llevado a más de 300 como esclavas sexuales -me explican Amir Balier Ismail y Ez-Aldeen Rashoo, dos trabajadores del hospital de Sinjar-. Se las intercambian entre los yihadistas o las venden en Raqqa, Tal Afar o Mosul". Salvo algunos edificios derruidos ocupados por los peshmerga, el hospital es el único punto vivo en medio de la ciudad muerta. Esconde el horror en un cuarto con dos estancias separadas por un biombo; "En la estancia vacía -susurra Ez-Aldeen Rashoo- las casaban y las preparaban (mientras habla me muestra una serie de tétricos vestidos y una cesta llena de coronas de flores de plástico) y después las violaban en esta cama. 40 mujeres de mi aldea están entre las secuestradas, muchas de ellas de mi familia". No sé cómo puede seguir pero lo hace: "el primer mes aún tuvimos noticias porque algunas escondieron sus móviles. Nos llamaban desde Tal Afar y nos contaban todas la barbaridades que han padecido". Con ellos recorro las fosas comunes donde todavía descansan si sepultura los restos de las mujeres mayores. 



 
Amir Balier Ismail y Ez-Aldeen Rashoo, dos trabajadores del hospital de Sinjar, me muestran donde el Daesh violaba y asesinaba a las mujeres yazidíes.

Sinjar -que está rodeada por todas partes menos por las estribaciones montañosas del norte- es un punto estratégico porque por ella pasa la carretera que une Mosul y Raqqa. Los peshmerga la han cortado pero -como me advierte el comandante Salal Mohamed Rahim- "Daesh utiliza ahora pistas que ha abierto más al sur". Consigo llegar hasta la carretera, horadada de cráteres producidos por los coches-bomba que una batería de misiles Milano se encarga de neutralizar. El propio Salal, que me asegura que desde 2015 reciben a diario ataques de gas mostaza, ostenta un brazo inutilizado por el tiro de un francotirador de los que barren la posición todas las mañanas.



Salal Mohamed Rahim está al mando de una batería de misiles MILANO, que intercepta la carretera de Mosul.

Algún día Sinjar, el Gernika iraquí, se erigirá en símbolo de esta guerra. Conquistada el 2 de agosto de 2014 por los islamistas radicales, no fue hasta noviembre de 2015 que se consiguió recuperar gracias a las tropas kurdas de Iraq y Siria y a los aviones de la coalición, cuyas bombas terminaron de pulverizar la población. Sus habitantes sobrevivieron durante meses sitiados en las montañas, "alimentándonos de frutos silvestres y de la comida que lanzaban los aviones occidentales". Y allí siguen, esperando a recuperar lo que queda de sus familias y hogares.

 
El cráter de un ataque suicida preside la visión en el último puesto de la posición kurda más avanzada.

OBJETIVO MOSUL
En 2015 el Estado Islámico perdió un 20% de su territorio en Siria e Iraq, donde han perdido ciudades clave como Tikrit y Ramadi. El pasado 5 de marzo el Primer ministro de Iraq, Haider Al Abadi, junto al enviado de la Casablanca para liderar la coalición, Brett Mc Gurk anunciaban la ofensiva definitiva para este año dando por hecho el apoyo del ejército kurdo. A Erbil le interesa un fin rápido de la guerra porque mantener una extensa frontera -1.050 kilómetros con Daesh y otros 550 con Siria- y a tantos miles de soldados en alerta resulta ruinoso para una economía maltrecha y dependiente del petróleo de Kirkuk. A muchos soldados se les debe su paga desde hace meses y los comandantes son unánimes en la necesidad urgente de armamento.
AL BORDE DE LA QUIEBRA ECONÓMICA
El futuro de la guerra depende de los asuntos económicos. En una entrevista para este reportero, Jerry Kiser, propietario de Independent Petroleum Land Services y con gran experiencia en Kurdistán, pinta un futuro económico complicado para la región. Habla de "colapso inminente". Tanto Iraq como la RAK están endeudados; el petróleo no hace más que bajar y "gran parte del crudo se pierde debido al contrabando llevado a cabo por una red mafiosa que se creó durante el bloqueo internacional (el Programa Petróleo por Alimentos) al régimen de Saddam Hussein y que hoy todavía sigue vigente".
COMBATIENTES EXTRANJEROS
Frente a los más de 30.000 yihadistas que se han unido al Daesh, el ejército kurdo cuenta solamente con unos 200 voluntarios occidentales europeos y americanos. Entre ellos hay verdaderos mendigos y alucinados; también enviados por organizaciones comunistas y fascistas. Pero priman los exmilitares serios con gran experiencia que son valiosos como formadores. La mayoría se une al ejército kurdo de la mano de la organización francesa "para la defensa de los cristianos" Dwekh Nawsha". Otros engrosan sus propias organizaciones, como Sons of Liberty International (SOLI) y American Mesopotamian Organization (AMO), encargados de entrenar a milicias asirias como Nineveh Plain Forces (NPF), Nineveh Plain Protection Units (NPU), etc.
LOS NÚMEROS DEL GENOCIDIO
El pasado 4 de febrero el pleno del Parlamento Europeo aprobó una declaración conjunta que declaraba que el Daesh está "llevando a cabo un genocidio contra cristianos, yazidíes y otras minorías religiosas en Iraq y Siria". Un informe de la ONU cifraba la barbarie por parte de los yihadistas en Iraq para finales de 2015 en 19.000 asesinados, 37.000 heridos, 3.500 personas esclavizadas y centenares de miles de desplazados, sobretodo miembros de las minorías religiosas, cristianos y yazidíes.






3 comentarios:

  1. Muy valiente estar allí y ser capaz de contarnos quienes son los buenos, que hacen y como en esta guerra de aquí y ahora. Animo y muchas gracias. Carmen nogales.un abrazo

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  2. Muy bueno, muchas gracias por darnos tu perspectiva; un abrazo.

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